Divinas palabras Obra de teatro de veinte escenas que transcurre durante tres jornadas en una aldea gallega. Valle-Inclán nos sumerge en la Galicia profunda y nos muestra lo peor de nosotros mismos. La miseria de los personajes que sin tener nada son avariciosos y pendencieros. La inmoralidad de aprovecharse de los infelices y utilizarlos como atracción de feria para conseguir limosnas. Los dimes y diretes de los aldeanos pendientes de los demás, la manipulación de la gente aprovechando la incultura. Valle-Inclán muestra una aldea donde la religión y el ateísmo van de la mano y critica la poca caridad de la Iglesia con los necesitados. Una obra dura y cruel que, si bien es una de las obras más reconocidas del autor, a mí no me ha gustado. Luces de Bohemia Nada más adentrarme a esta obra de teatro me he quedado sin palabras. Supongo que es una obra para ser leída porque cincuenta y tres personajes y quince escenas no logro imaginármelos. Además, Valle nos sitúa en diferentes escenarios, por lo que reitero que debe ser una obra para leer aunque sea teatro. La verdad es que no paro de hacerme esa pregunta. Metiéndonos en la obra, Luces de Bohemia es donde nace el esperpento y Valle Inclán nos muestra los últimos andares de un poeta venido a menos en un Madrid sórdido del que se sirve para criticar a una sociedad en decadencia. Una España donde solo se premia al sinvergüenza (tampoco ha cambiado tanto). Una dura crítica a la sociedad política y social y al mundo literario donde los autores tenían muy poco reconocimiento (“¡En España es un delito el talento!”) Imagino que esta obra tendría mucha más repercusión en su época que hoy en día, aunque teniendo en cuenta que en el 2020 cumplió los cien años, no ha envejecido nada mal y lamentablemente muchas de las situaciones que se narran se siguen dando hoy en día. ¿Me ha gustado? Sí. ¿Me ha entusiasmado? No. Quizá deba releerla para sacar más jugo. + Leer más |
Manuel Vicent (Villavieja, 1936) todavía conserva el libro que su maestro en la escuela le regaló el día de su primera comunión: Lo que puede más que el hombre. Un libro infantil de coloridas ilustraciones que ojea entusiasmado como si siguiese siendo el niño libre y curioso que se pasaba las horas leyendo cómics hace siete décadas. “La imagen de la chimenea de mi casa el día que vino el maestro Don Manuel siempre ha perdurado en mi memoria”, dice mientras pasa las páginas y se detiene en un dibujo en el que un hombre es atacado por un lobo.
Con seis años, el escritor valenciano solía emular a El Hombre Enmascarado, escapándose de expedición por la montaña para buscar bombas y vestigios de la guerra civil entre las trincheras. Las voces de su niñez: el sonido del mar, la brisa del Mediterráneo, los recuerdos de la posguerra..., siempre han estado presentes en su obra. “Y no he podido salir de ahí. Cuando me vine a Madrid desde Valencia, perdí mi sitio, mi territorio, así que lo convertí en literatura. He viajado por muchos lugares, pero a mí que me conozcan en Japón o en Australia no me interesa nada. ¡Si no voy a ir jamás!”, afirma con vehemencia. “Me interesa que me conozca el tendero de al lado de mi casa”.
En octubre, Manuel Vicent publicó su último libro, Retrato de una mujer moderna, “la crónica sentimental de una posguerra” con la voz y la vida de Concha Piquer como protagonistas. Aunque ahora mismo, con ochenta y seis años, de lo que más disfruta es releyendo literatura y escuchando música que le gustó en el pasado. “Para mí leer es como volar”, comenta sentado en el lateral de la cama de la biblioteca. Allí duerme todas las noches, arropado por unas trescientas primeras ediciones, entre las que sobresalen las obras completas de Baroja y Valle Inclán.