El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Me encantaba salir, aunque fingiera lo contrario. Adoptaba siempre un aire responsable y daba vueltas por casa unos diez minutos con el carrito de la compra para que mi madre viera que estaba preparado y se diera prisa con la lista. A continuación yo leía en voz alta el nombre de los productos, horriblemente escritos, para convencerla de que lo había entendido todo. Era la primera vez en mi vida que hacía algo por mi madre. Esos eran todos mis regalos por todos sus cumpleaños no celebrados.
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