Indigno de ser humano

En “Indigno de ser humano ” Osamu Dazai, invita a los lectores a atravesar los pasillos sombríos de una mente atrapada por su propia profunda inquietud. Esta novela, una odisea inquebrantable en el corazón de la desolación existencial, arroja una luz penetrante sobre las profundas complejidades de la desesperación, la alienación y la búsqueda incesante de la autocomprensión en medio de un mundo percibido como indiferente e inexorablemente opresivo.

Inquietante testamento personal, se desarrolla a través de la vida de Yōzō, un personaje cuyo viaje desde la inocencia de la aristocracia rural hasta el precipicio de la autoaniquilación en la parte más vulnerable de Tokio, refleja el tumultuoso arco de la propia existencia de Dazai. El descenso de Yōzō, marcado por una sed insaciable de identidad y un refugio en el consuelo efímero de la literatura y las escapadas autodestructivas, sirve no sólo como una crónica de la ruina personal sino como una meditación más profunda sobre la propia condición humana.

Esta narrativa trasciende el mero acto de contar historias y evoluciona hacia una exploración filosófica de lo que significa existir en los márgenes de la humanidad. Dazai, con una voz narrativa impregnada de amargura y aguda percepción, navega por los temas universales de la desesperación y el aislamiento, resonando así a través de divisiones culturales y temporales. Su técnica narrativa, que combina a la perfección elementos autobiográficos con ficción, crea un tapiz rico en profundidad psicológica y reflexión existencial.

La novela incluye las dos cartas que Dazai envió al premio nobel Yasunari Kawabat, las cuales añaden capas de contexto histórico y literario, enriqueciendo el compromiso del lector con el texto. Estas cartas, junto con la reflexiva introducción y el epílogo de Ednodio Quintero, sirven como claves interpretativas vitales para descubrir las preocupaciones temáticas más amplias de la novela y su lugar dentro del panteón de la literatura mundial.

Amigo lector, debes entender que la novela no es sólo un testimonio del genio literario de Dazai, también es un espejo que refleja las perdurables complejidades del espíritu humano. Es una narrativa que entreteje desesperación y esperanza, belleza y oscuridad, en un tejido que se aferra al alma mucho después de pasar la última página. Esta obra, una exploración conmovedora de las fachadas que construimos y las verdades que evadimos, desafía a los lectores a enfrentar las cuestiones más inquietantes sobre la existencia y la identidad.

Mientras Dazai navega por el abismo entre la fachada social y el abismo interno de su protagonista, nos invita a nosotros, los lectores, a reflexionar sobre la naturaleza de la conexión humana, la ilusión del yo y la posibilidad de encontrar la redención en el acto de descubrir la propia identidad auténtica. ser. En "Indigno de ser humano" no estamos ante un viaje literario; es una exploración profunda del paisaje de la condición humana, que nos insta a reflexionar sobre las innumerables formas en que navegamos por las complejidades de la vida, la identidad y la pertenencia.

Nueva joya literaria que nos trajo la editorial Satori.

RECOMENDADO:
Indigno de ser humano de Osamu Dazai (1909-1948)

Novela -Literatura japonesa-

Es uno de los escritores nipones más reconocidos del siglo XX junto a Y. Mishima, N. Sōseki, J. Tanizaki o Y. Kawabata. Nació en una familia de respetados terratenientes, cuyos padres permanecieron gran parte del tiempo ausentes. Desde su infancia demostró su inclinación por los libros, adoptando la escritura como medio para manifestar sus ideas, siendo característico el aliento desolador y los matices autobiográficos. Pese a entrar a la universidad con el apoyo de su familia, nunca terminó sus estudios. Militó en el marxismo y tras la muerte de su admirado R. Akutagawa, empezó a despilfarrar, en alcohol y prostitutas, el dinero que le daba su familia, hasta que huyó con una geisha -Hatsuyo Oyama-. Desheredaro y excluido de su familia, su vida se tornó cada vez más controversial y recurrió al suicidio en más de una ocasión. Intentó suicidarse con una camarera, la cual murió tras lanzarse al agua. Posteriormente se casó con Hatsuyo, pero al enterarse que le fue infiel con su mejor amigo, ambos optaron por quitarse la vida, y ante el fracaso se divorciaron. Se volvió a casar con una maestra -M. Ishihara- y tuvo tres hijos. Sin embargo, en 1948 se lanzó a un río con su amante -T. Yamazaki-, atados con una cuerda, mientras su esposa quedó en la miseria, desprotegida con un trío de huérfanos.

Publicada meses antes de quitarse la vida, se trata de su novela más íntima, ya que el personaje -Yozo- nos acerca a una serie de acontecimientos que lo conducen a la degradación humana que le hace apreciar con desprecio a quienes le rodean, al considerarlos hipócritas, y renegar de su existencia perturbada.

Dos veces candidato a la más prestigiosa distinción literaria de Japón: Premio Akutagawa.

@Juliiann0


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No es la primera vez que me refiero a este tipo de libros –el relato de un viaje a los infiernos de alguien malherido, resentido consigo mismo y con el mundo- como una de mis grandes debilidades literarias, y aun así nunca me he topado con un personaje tan negro por dentro y tan en carne viva por fuera, una especie de autista extrovertido si es que tal combinación es posible, si es que un personaje tan complejo y contradictorio como este Yozo que nos retrata Dazai en esta novela puede ser posible. Un personaje al que la preocupación de convertirse en adicto le hizo ir en pos de la droga.

Yozo es un joven procedente de las clases acomodadas japonesas, inteligente, guapo, con cierto talento para la pintura y con una sensibilidad tan desaforada que le convierte en alguien “condenado a ser cada vez más infeliz sin saber cómo evitarlo”. Negado para la amistad, negado para el amor, misógino, misántropo, “capaz hasta de olvidar el nombre de alguien con quien hice un pacto de suicidio”, capaz de asistir a la violación de su mujer sin hacer nada por evitarlo, el más mínimo roce lo daña, la más cotidiana e inocente interacción con el otro lo sumerge en el horror. Un ser que desde muy pequeño tuvo que interponer entre él y la temible cotidianidad, entre él y el infierno de un universo en el que impera la maldad, la doblez y la desconfianza, un disfraz autoimpuesto de payaso, de bufón que, curiosamente, le convierte en un ser encantador a ojos de todos y especialmente de las mujeres que en su presencia a cualquiera “le entran deseos irreprimibles de hacer algo por él”.

“Así mismo, la gente habla del «sentimiento de culpabilidad». En mi caso, me poseyó desde que era bebé y, con el tiempo, en lugar de curarse se hizo más profundo, penetrándome hasta los huesos. Pero, incluso si se podía decir que mi sufrimiento por las noches era el de un infierno de infinitas torturas, pronto se me hizo más querido que mi propia sangre y carne. Y me llegó a parecer la expresión de ese sentimiento de culpabilidad vivo o quizás su murmullo afectuoso.”

No se puede negar que a priori reunía todos los ingredientes necesarios para que este relato, de una infinita tristeza y desesperanza, me encandilase y, no obstante, pocas han sido las veces en las que ha conseguido alterarme como otros libros en la misma línea lo han logrado de forma más global.

Y aunque me descolocó bastante un derrape casi al final del relato en forma de descarga de responsabilidad que rompe con el hilo narrativo seguido hasta el momento, la causa de mi parcial desafección se debe achacar a la música. Esa música de la que habla Dostoievski en una carta a Turguenev refiriéndose a la obra que en esos momentos tenía entre manos y que no es otra que Memorias del Subusuelo, esa música que emana del texto, que nos envuelve y nos lleva a ese espacio particular y privado en el que nos convertimos en estrechos cómplices del autor y nos hace sentir con una inmediatez y una intensidad que exceden con mucho a la compresión literal del texto. Sí, debe ser esa música la que no he conseguido oír la mayoría de las veces que me he acercado a la literatura oriental, que ciertamente no han sido muchas, y que tampoco he conseguido escuchar en esta ocasión y, sin embargo, no puedo decir que no me haya gustado… claro, que el tema tratado facilitaba mucho las cosas.

Además del protagonista de la novela, Yozo es alguien diferente, no uno más.

Su personalidad es una máscara para los que lo rodean. Cuando se expresa por medio del arte se horroriza de su yo.

Es alguien que intenta forma parte de la sociedad, pero al mismo tiempo, el modelo en el que vive no tiene un lugar en el que él encaje.

Cuando llegan sus adicciones, florece su lado más terrible, arrastra a la muerte, a la destrucción.

Cuando vive sus momentos más plácidos, pasa a ser casi una especie de sanguijuela para los que lo rodean. Perdón, sobre todo para las que lo rodean.

Empatizar con él, difícil, compadecerse, difícil. Sí que lo entiendes, pero desde luego no deseas que sea tu hijo. ¿Por qué leerlo? porque es diferente, como Yozo, quizás sólo eso, es tan extraño, que lo hace único.