"Nada en biología tiene sentido excepto a la luz de la evolución" - Theodosius Dobzhansky No todos los días lees un libro que cambió fundamentalmente la forma en que vemos el mundo. La esencia de este libro radica más en enseñarnos cómo pensar y llegar a conclusiones, que en las leyes de la evolución en sí mismas. Las preguntas y observaciones de Darwin resuenan absolutamente en las entrañas de uno. Toca preguntas y conexiones fundamentales que me asombraron y son visibles incluso hoy en una gran escala. ¿Cuáles son tus instintos y quién te los enseñó? ¿Por qué algunas peculiaridades hereditarias dependen del sexo? ¿Por qué los embriones son tan similares o diferentes de los adultos en todas las especies? ¿Qué definimos como una especie frente a una variedad? A pesar de no tener tal vez toda la información necesaria para probar la evolución, presentó una teoría muy consistente y sólida y reconoció sus lagunas de conocimiento cuando estaban allí. Además, hizo una investigación creativa para agregar evidencias a sus afirmaciones, como sumergir semillas en agua de mar para ver si podían sobrevivir a un viaje marítimo a una isla. Siendo estudiante de biología, estoy familiarizada con muchas ideas y hechos que se presentan, sin embargo, fue esclarecedor verlos y comprenderlos del propio Darwin. Fue fascinante ver como juntó las piezas a partir de un registro y una observación de fósiles lamentablemente incompletos, sin conocimiento de la genética o las placas tectónicas, y navegar por los vacíos en su teoría. Me sorprende que alguien haya podido llegar a las conclusiones a las que llegó con la información que tenía en ese momento. Ahora sí, es un libro difícil de reseñar. En términos de su significado y alcance, es un trabajo magistral. Sin embargo, su brillantez se pierde un poco en el lector común, incluso uno que tiene conocimientos científicos. Definitivamente no es un libro para relajarse, sino un libro para volver a inspirarse sobre las creaciones de la vida. Termino esta reseña recalcando que se trata de un libro que no solo cambió el mundo, sino que representa un esfuerzo significativo por parte del autor para buscar una visión del mundo justa, bien razonada y bien fundamentada, a pesar de lo impactantes que pudieran ser esos descubrimientos para la sociedad de la época. + Leer más |
Ver animales en libertad es una de las mejores experiencias viajeras. Y, además, una forma de contribuir a su conservación. Estos son cinco lugares del mundo donde tener encuentros muy salvajes:
- Tiburones ballena en Papúa Nueva Guinea, gorilas de montaña en Uganda, simpáticos suricatas en Botsuana, tigres de Bengala en el norte de la India… Ver animales en libertad es una de las mejores experiencias viajeras. Y, además, una forma de contribuir a su conservación. Estos son cinco destinos donde poder verlos:
- Gorilas de montaña en el bosque impenetrable de Bwindi (Uganda). Aquí es donde vive el 60% de la población de este primate que llegó a estar al borde de la extinción. Ver en la espesura del bosque y a muy pocos metros de distancia al más grande de los simios es una experiencia conmovedora.
- Suricatos en los salares de Botsuana. Makgadikgadi significa en lengua twsana “el lugar seco más seco aún”. Los salares de Makgadikgadi ocupan la esquina noreste del país africano y es el fondo desecado de un paleolago.
- Tigres de Bengala en el parque nacional Ranthambore (India). Ranthambore uno de los espacios acogidos al programa Tigre, que lucha por la protección y conservación de este gran felino es uno de los mayores y más conocidos parques nacionales del norte de la India.
- Tiburones ballena en la bahía de Cenderawasih (Papúa Nueva Guinea). Este es uno de los escasos lugares del planeta en el que bucear entre ejemplares del pez más grande de los océanos. El único sitio con una población estable durante todo el año de tiburones ballena (animal inofensivo de hasta 18 metros de longitud) es la bahía de Cenderawasih.
- Islas Galápagos (Ecuador). El gran laboratorio de la biodiversidad. Un grupo de 13 islas y más de 110 islotes y rocas pobladas por piqueros, iguanas terrestres y marinas, leones de mar, ballenas y miles de pájaros, sin olvidar las tortugas gigantes —galápagos— que dan nombre al archipiélago y son los seres más longevos que existen (su edad sobrepasa los 150 años), si exceptuamos los árboles y algunas bacterias. Charles Darwin lo visitó en 1831, durante su célebre viaje a bordo del Beagle, y allí encontró las bases de su teoría de la evolución. La ausencia de depredadores en las Galápagos hace que la fauna del archipiélago se muestre sumamente confiada con los visitantes, que pueden acercarse a un palmo de los animales, aunque sin salirse de los senderos marcados.
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