Para empezar, además de agradecer a Antonio el envío de un ejemplar empaquetado como dios manda, tengo que decirte que al cocido hay que añadir a Juan Eslava Galán, pero no por el humor que le caracteriza, sino por el gran número de pies de página (a los 300 perdí la cuenta) que el rencor de mi presbicia (véase reseña de Maldita Roma) tiene a bien cumplir venganza. Afortunadamente, acudí a estos entes extraños en pocas ocasiones, bien sea por conocimiento (las menos) o porque el tamaño de la letra y mi vista de lince de AliExpress no se llevan bien (las más) Vulcanalia hace referencia a las fiestas que aquellos romanos hacían al dios Vulcano para que este protegiera las cosechas de incendios. A nadie en su sano juicio, y ante una sociedad tan supersticiosa se le ocurriría iniciar la marcha hacia una batalla ese día. Claro que, cónsules tontos, Roma tuvo muchos, y en esta novela váis a conocer a algunos. Pero el relato comienza mucho antes. Con un nacimiento. El de Cayo Mario, ese que más crecidito hará tan buenas migas con Sila. Al ateo que llevo dentro, le gusta, sin embargo, conocer aquellas ofrendas, rezos y sacrificios que se hacían al gran elenco de dioses que para cualquier cosa habían, pero repetir 2 veces el ritual del nacimiento de Mario, mi honestidad mal pagada, no puede sufrirlo en silencio. Y es que, y siempre a mí juicio, tanto rezo, tanto culto, restan algo de esa tensión narrativa que toda obra merece. Ahora que ya he confesado mis pecados, toca hablar de las bondades y de las razones por las que, este primer viaje con Álvarez Balastegui ha valido, y mucho, la pena: Sin duda, Vulcanalia aúna en sus páginas el rigor histórico y una trama coral donde las mejores sorpresas las encontrarás en calles oscuras y venganzas que no esperas. Cocida a fuego lento y, me consta, en circunstancias adversas, la obra tiene como eje central las guerras Celtíberas que arrasaron la meseta de aquella "Hispania" codiciada por una incombustible Roma. El autor, extraordinariamente documentado y minucioso, hasta en el más pequeño de los detalles consigue que los momentos de ficción sean lógicos y creíbles, utilizando política, religión, alianzas y crueldad en las dosis adecuadas. De prosa sencilla, el relato va tomando cuerpo despacio, pero con firmeza, y termina donde ha de hacerlo el primer libro de una saga. El incendio no ha hecho más que empezar y estos celtíberos, para que engañarnos, prometen dar ostias como panes, en sus siguientes entregas. Porque, a pesar de todo, Roma siempre vuelve, y habrá que recibirla como merece. Buen comienzo de un autor absolutamente entregado a su proyecto. + Leer más |