Si soy sincera, me ha costado mucho leer este libro. Está escrito de una manera muy peculiar, muy poética, y dividido en cortos capítulos en los que la narradora, en primera persona, va dando saltos temporales y me ha costado seguirles el ritmo. Además, al haber tantas palabras y nombres en ruso, moldavo y rumano, se me ha hecho muy difícil distinguir a unos personajes de otros. No obstante, el libro me ha gustado. Es duro, muy duro, pero sin regodearse en los detalles. También ha estado bien aprender algo sobre la historia de esos países del este, ya que no tenía mucha idea a un nivel tan concreto. En definitiva, me he leído este libro por que “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” de la misma autora, se ha convertido en mi libro favorito y quería volver a leerla. Como digo, me ha gustado pero me ha resultado tedioso, nada que ver con su otra obra. |