Meryem El Mehdati

Cuando eres pequeño un adulto te escoge a ti, solo a ti, se pone a tu altura y te pregunta: “Ay, a ver, ¿y tú que quieres ser de mayor?”. Lo que quiere saber es de qué vas a trabajar, lo que tú quieras se la suda. Desde que ponemos un pie en el colegio hasta que terminas el instituto creyéndote que ya se ha acabado lo duro y que has cumplido con tu parte, durante todo ese tiempo, las decisiones que tomas están enfocadas a lo mismo: averiguar que harás con tu vida

Mi padre no dice las cosas directamente, tiene gestos, detalles. no te dice "hija mía, cuánto te extraño". Te llama y está dos horas al teléfono contigo mientras tú haces tus cosas y él las suyas. No te dice "te quiero mucho, ten cuidado". Te va a recoger, a la hora que sea, estés donde estés.

¿Qué es poesía? Y tú me lo preguntas. Poesía es ver a una persona que te saca más de veinte años recular con las luces de emergencia parpadeando porque acabas de liarle una que no se esperaba venir de ninguna forma.

Una vez eres consciente de que un sistema podrido rige tu vida, este tipo de elecciones, Nesquik o Cola Cao, no tienen ningún tipo de significado.

He aprendido que crecer es fingir un poco todos los días a todas horas que no quieres irte a tu casa a estar en paz.

Filosofo que quizá la felicidad no es ser sino estar. Uno no puede ser feliz siempre. Uno está feliz a veces.

Si pudieses ser el doble de guapa de lo que eres ahora a cambio de ser un 15% más tonta. ¿aceptarías?

Para mí, crecer era la idea de disfrutar de mi independencia, de mi trabajo y de mi dinero, pero en realidad consiste en pensar continuamente en la ropa que tengo que lavar y planchar, en esa lechuga ya pocha que lleva dos semanas olvidada en la nevera, en cómo seguir evitando a mis caseros porque temo que quieran subirme el alquiler si les cojo el teléfono.

Crecer es fingir un poco todos los días a todas horas que no quieres irte a tu casa a estar en paz.

Mi teoría es la siguiente: el amor y el odio son exactamente lo mismo. No son complementarios. No son las dos caras de una moneda. No existe una difusa, delgada, apenas visible línea que los separe. Son el mismo elemento en distintos estados: uno es líquido, el otro es sólido. El amor fluye, el odio se atasca.