Olor a rosas invisibles de Laura Restrepo
Era absurdo forzar así, de buenas a primeras, tan comprometedora intimidad entre dos personas que sólo tenían en común el recuerdo de un recuerdo.
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Calificación promedio: 5 (sobre 106 calificaciones)
/En 1916, durante la Primera Guerra Mundial, llegan a la península ibérica dos barcos con seiscientos alemanes provenientes de Camerún. Se han entregado en la frontera guineana a las autoridades coloniales por ser España país neutral. Se instalan, entre otros lugares, en Zaragoza, donde forman una pequeña comunidad que jamás regresará a Alemania, aunque no podrán escapar al devenir de la historia cuando se produzca el auge y la caída del régimen nazi. Entre sus descendientes están Eva y Fede, quienes, más de un siglo después, se encuentran en el cementerio alemán de Zaragoza en el entierro de Gabi, su hermano mayor. Junto con su padre, ellos son los últimos supervivientes de los Schuster, una familia que llegó a tener un importante negocio de alimentación hoy desaparecido. Con una intriga que crece página a página, Los alemanes es una ficción sobre la culpa, el poder y la corrupción que alumbra el infierno que puede llegar a ser, en ocasiones, la familia. «Narra con maestría un suceso muy poco conocido de la historia española relacionado con las mutaciones del nazismo y con hondas consecuencias en el mundo actual. Oscuros secretos familiares encierran un pasado amenazador capaz de destruir el presente. ¿Heredan los hijos la culpa de los padres? Una novela apasionante que pone a prueba la conciencia de los personajes y que sacude la del lector». Del acta del jurado del XXVII Premio Alfaguara de novela, integrado por Sergio Ramírez, Juan José Millás, Laura Restrepo, Rosa Montero, Manuel Rivas y Pilar Reyes.
Olor a rosas invisibles de Laura Restrepo
Era absurdo forzar así, de buenas a primeras, tan comprometedora intimidad entre dos personas que sólo tenían en común el recuerdo de un recuerdo.
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La multitud errante de Laura Restrepo
Todo lo estremecedor que la vida depara suele llegar así, de repente, y sin nombre.
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Delirio de Laura Restrepo
[...], el río de su locura va dejando su rastro hasta en los estantes de los libros y en los armarios, por donde pasa se van abriendo estos quietos ojos de agua que miran a la nada o al misterio y yo más que desazón siento el agobio de un fracaso, la angustia de no saber qué burbujas son las que le estallan por dentro, qué peces venenosos recorren los canales de su cerebro, [...].
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La multitud errante de Laura Restrepo
En este albergue he conocido a muchos marcados por ese estigma: los que van desapareciendo a medida que buscan a sus desaparecidos.
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Delirio de Laura Restrepo
La locura es un compendio de cosas desagradables, por ejemplo es pedante, es odiosa y es tortuosa. Tiene un componente de irrealidad grande y tal vez por eso es teatral, y además estoy por creer que se caracteriza por la pérdida del sentido del humor, y que por eso resulta tan melodramática.
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Canción de antiguos amantes de Laura Restrepo
Cuando te echan en cara a la reina de Saba, indirectamente te están retando, a ti, que todo lo tienes, pero no eres nadie, mientras que ellas, que no tienen nada, llevan en las venas sangre de reyes. Soy descendiente de la reina de Saba: si te sueltan esa frase, no la tomes a la ligera, que no es sólo folclor. En el fondo significa: hoy tengo que mendigar y me ves en la miseria, pero yo provengo de una dinastía milenaria y mi tradición va a perdurar cuando de la tuya queden cenizas.
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Canción de antiguos amantes de Laura Restrepo
Bufalino dice que la muerte es un biombo de humo entre los vivos y los otros, y que basta con introducir en él las manos para tocar las que nos extienden desde el otro lado.
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Pecado de Laura Restrepo
A mi lado siempre estaba, siempre, la presencia de mi padre, que era una enorme ausencia. A partir de los siete años me solté a leer, y de ahí en adelante no he parado nunca. Sabía que mi padre era un gran lector, un profesor de latín que de vez en cuando me mandaba desde Europa libros ilustrados en idiomas que yo no comprendía. Mi padre era esos libros, que yo adoraba. Era esas ilustraciones sin palabras, o acompañadas de palabras en clave, que me hipnotizaban y que imantaban mis días. Esforzándome por adivinar el significado de esas láminas en colores podía pasarme semanas, y hasta meses, inventando y desarmando y volviendo a inventar unos relatos enredados y dramáticos que suponía ligados a cada ilustración, pero en los que siempre éramos protagonistas mi padre y yo. Yo no tenía padre pero lo tejía a punta de historias, me encerraba a fabularlo: me iba descubriendo a mí misma a medida que lo construía a él. El baño era el lugar de mis pesquisas secretas, el laboratorio donde destilaba mis mejores mentiras, las que se volvían más verdaderas que todo lo demás. + Leer más |
Delirio de Laura Restrepo
«....nuestros mejores ratos juntos siempre han sido los domingos, libres de tensiones, asilados los dos del resto del mundo y entregados a una estupenda combinación de sexo, siesta, lectura, son cubano, cerveza helada y de vez en cuando un Ron Viejo de Caldas»
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Delirio de Laura Restrepo
Temo que si pudiera entrar en la cabeza de ella como en una casa de muñecas, dice Aguilar, y pasear por el comprimido espacio de los diversos cuartos, lo primero que vería, en la sala principal, sería cirios del tamaño de fósforos, encendidos en torno a un pequeño ataúd que contendría mi propio cadáver, yo muerto, yo olvidado, yo muñeco desteñido y rígido y tamaño Barbie en la casa toda color rosa de la Barbie, o mejor dicho tamaño Ken, que es el insignificante compañero de la Barbie; un Ken ridículo y abandonado en su diminuta salita color verde musgo, él mismo de color verde musgo también, porque ya lleva rato difunto.
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Drácula, Bram Stoker