Sueños de dioses y monstruos de
Laini Taylor
Aquella mañana, al alejarse volando de las cuevas (…) había imaginado mucho más que aquello. Un lugar que fuera de los dos. Una… una casa. Akiva jamás había tenido una casa, ni nada parecido. Barracones, tiendas de campamento y, antes de eso, una infancia demasiado breve en un harén. De hecho, se había permitido visualizar algo tan sencillo como si no fuera la mayor fantasía de todas. Una casa. Una alfombra, una mesa donde Karou y él podrían comer juntos, sillas. Los dos solos, y velas titilando, y podría tomar su mano a través de la mesa, solo para sostenérsela, y hablarían, y se descubrirían el uno al otro capa a capa. Y habría una puerta para dejar el mundo fuera y espacios para colocar cosas que serían suyas. Akiva apenas había sido capaz de imaginar qué cosas podrían ser. Nunca había tenido nada aparte de espadas.