Oscuro amanecer en Berlín de Joaquín Rodríguez
Recorrieron un largo pasillo de mármol rojo con amplios ven- tanales que daban a los jardines de la Cancillería, y que dejaban entrar una gran luminosidad a la enorme estancia. Las botas del oficial restallaban sobre el mármol como los cascos de los caballos al trotar sobre el adoquín y, según iban avanzando, se sucedían butacas y mesas de baja altura dispuestas cada diez metros. Meyer imaginó a todos los gerifaltes del partido y del gobierno sentados en cada uno de los butacones pasando el tiempo mientras espera- ban a ser recibidos por el Führer. |