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/De hecho, es una coincidencia bastante increíble que recayera sobre mí porque ya en mis libros anteriores, las coincidencias me metieron en una especie de investigación. Esta libreta sin nombre y con todos estos artistas que estaban enumerados así, coincidió totalmente con mi enfoque, así que cuando descubrí, después de tres meses de investigación, que lo que tenía en la mano era la libreta de Dora Maar, pensé que tenía un tesoro. Mi padre me había dicho al principio de la investigación «No es un Picasso lo tuyo, después de todo». Bueno, es casi un Picasso, lo mío. Mi libreta es casi un Picasso que también me permitió conocer a Marcel Flesch, un gran galerista francés, especialista en surrealismo, quien organizó la última exposición de Dora Maar. Él la conocía y había ido a su casa. Fue él quien autenticó la agenda para mí y es gracias a él que pude entrar en el mundo de Dora Maar.
Es muy extraño porque es verdad. Mi enfoque como escritora sigue muy arraigado a mi pasado como periodista. Justo antes de recibir la libreta de Dora Maar, trabajé con un tío muy lejano que nació en Argelia y murió en Auschwitz. Me había sumergido en los archivos y había logrado contar su vida mientras escribía mi investigación. Entonces, hay momentos en los que pienso «Casi podría haber sido elegida para encontrar esta libreta». Es un poco engreído decir eso, pero pienso para mis adentros «Realmente soy la destinataria correcta».
Después, me perturbaba cada vez que me encontraba con gente que todavía estaba en el movimiento surrealista: todos me decían que no existe la casualidad. Éluard dijo «No hay casualidad, solo hay encuentros». No soy lo suficientemente supersticiosa o mística como para imaginar que Dora Maar me envió esta libreta desde el más allá. Estaba muy consternada por el regalo que me dieron al recibir esta libreta. Y es verdad que me cambió la vida, porque primero escribí este libro y después tampoco pude escaparme de Picasso, sigo ahí con un próximo libro sobre Marie-Thérèse Water, otra esposa suya. al mismo tiempo, como soy racional, sé porqué compramos la agenda, cómo llegó a mí, pero hay una coincidencia divertida: Serendipia como dicen los anglosajones.
Tienes toda la razón en que soy periodista, lo soy desde hace más de 30 años y lo sigo siendo profundamente. Quizá algún día consiga pasar a la ficción, pero es complicado y, en cualquier caso, me molesta hacer ficción con personajes tan importantes como Picasso, Dora Maar y todos los demás. No me gusta leer libros de ficción sobre personajes famosos. Para mí eso era imposible. Obviamente, tenía que acumular tantos datos como fuera posible. Los hechos podían provenir de una foto, de un detalle que observas en la forma de tomarse las manos o de un peinado, o de repente, el rostro que luce más marcado por el dolor que hace unos meses. Fui a buscar los hechos donde pude: en los archivos de Dora Maar, en las biografías de cada uno. Realmente necesitaba recopilar tantos datos como fuera posible porque la periodista que hay en mí no podía permitirse el lujo de inventar, ya que son grandes figuras de la cultura europea y no decimos nada de ellos.
Hubo momentos en los que me enfrenté a espacios en blanco y no sé qué pudo haber pasado. Entonces allí, tomé prestada de Modiano una narración que dice: «Me imagino que...», «Me pregunto si...» Encuentro que hay artificios narrativos que pueden permitirnos llenar estos espacios en blanco con un tramo de la imaginación, pero sin mentir al lector. Espero que en mi libro, la gente entienda los momentos en los que hablo de los hechos y los momentos en los que trato de llenar los espacios en blanco con suposiciones. Realmente quiero que haya dos niveles de lectura en este libro y que se puedan diferenciar.
Creo que habría seguido siendo fotógrafa durante mucho tiempo y que habría marcado la historia de la fotografía, porque los pocos años que trabajó como tal hizo fotografías que hoy están en los grandes museos o entre los más grandes coleccionistas. Era una fotógrafa importante realmente en el comienzo de su carrera. Entonces, si no hubiera conocido a Picasso, habría seguido siendo fotógrafa. Ella fue más frágil de lo que imaginamos al principio, ¿Cuánto tiempo habría sido fotógrafa? Se encontró con Picasso, habría conocido a otras personas, se habrían dado otros eventos en su vida. Obviamente, no podemos saberlo, pero creo que hubiera sido una fotógrafa importante del siglo XX si no hubiera conocido a Picasso y es posible que no hubiera evolucionado hacia la pintura.
Cuando descubrí, a través de los escritos de Marcel Fleiss, su último galerista, que ella tenía Mein Kampf en su biblioteca estuve extremadamente conmocionada y me pregunté «¿Voy a pasar dos años investigando a una anciana que se vuelve antisemita y casi nazi?» Me aferré a la idea de que tratando de comprenderla, podría entender cómo se puede pasar de ser antifascista a ser antisemita y creo que entendí un poco, entendí a esta mujer que se tambalea, que después de Picasso, cae en un período extremo de depresión muy profunda, al punto de ser hospitalizada, sometida a electroshocks. Pasa años tratando de recuperarse. Pasa a manos de Lacan con quien inicia un psicoanálisis que le permitirá, al menos, no suicidarse, porque era peligrosa para sí misma, más que nada. Poco a poco pasará de Lacan a la religión, en una concepción de un catolicismo muy fundamentalista. Se alimenta de una literatura religiosa que es irrazonable y, ella misma, también empieza a alimentarse de amargura. Se da cuenta de que no tiene éxito como pintora, es cada vez más religiosa, cada vez más fanática, se deja llevar por esta especie de amargura. Y sobre todo, pierde la cabeza.
También tiene un padre croata, que es profundamente antisemita y al que ve mucho, así que probablemente esté influenciada por él. Lo que entendí es que el antisemitismo es absurdo y se alimenta de amargura y de odio irracional. Es complicado porque soy de origen judío, no es mi obsesión, pero es mi cultura y no lo podía entender. No lo excuso en absoluto, pero debo admitir que sí comprendo el funcionamiento de su pensamiento que comienza a desviarse.
Primero hubo una evidencia: no iba a escribir una biografía clásica ya que tuve la suerte de tener esta agenda. En los días posteriores al descubrimiento del cuaderno —ni siquiera sabía que era Dora Maar— me dije «Voy a escribir un libro a partir de esta agenda». Me preguntaba si la agenda iba a ser el personaje central de mi libro o el personaje secundario. Pero en cualquier caso, para mí era obvio que estaría en el centro y que lo estructuraría. Inmediatamente me imaginé los capítulos con nombres y direcciones. Eso era obvio, pero después, lo más complicado fue decirme: «¿Por quién empiezo?, ¿cómo construyo?, ¿cómo encadeno nombres?»
Marcel Fleiss me había sugerido el orden alfabético. Pensé que me complicaba la vida demasiado. Finalmente, elegí comenzar con Breton porque la idea de este descubrimiento me remitía necesariamente a Breton: el azar objetivo. Luego, fui con Jacqueline Lamba, que era su esposa. Y continué con las personas que conocía desde hace mucho tiempo, después las que conoció un poco más tarde, lo que me permitió construir una cronología. Iba a decir artificialmente, pero no, no tan artificialmente. Me permitió construir una cronología, una narración que acompañó los años de su vida.
Me gustó mucho Yvette Lamba, la hermana de Jacqueline Lamba, porque es alguien que no hizo historia, de la que nadie habla nunca. Ella es solo la hermana de la esposa de André Breton. Me gusta este tipo de vida diminuta que atraviesa la gran historia, la vida de personas más importantes que pasan desapercibidas. Esta mujer me conmovió, me gustó mucho. Me enterneció de manera especial André Dubois, este funcionario de la jefatura de policía que se convierte en el primer embajador de Francia en Marruecos. Es alguien que se encuentra en la policía casi por casualidad, es un artista molesto y todos sus amigos son artistas, Cocteau, de Picasso… También nació en Argelia como yo y acompañó toda la historia de la descolonización. Es alguien que realmente me interesó. Me sumergí en las memorias que escribió.
Otro personaje que me gustó mucho es el poeta André du Bouchet, descubrí a este ser profundo, mucho más joven que Dora Maar, pero que forjó con ella una amistad sumamente sincera.También un pintor que no conocía, André Marchand, otra loca coincidencia, es un pintor que vivió cincuenta años en la ciudad donde me crié, desde los tres años, hasta que me fui a estudiar y luego a trabajar a París. Me codeé con este hombre que también era amigo de Dora Maar. Hay bastantes coincidencias que me han llegado relacionadas con esta investigación. En lo personal, fue una gran experiencia de vida.
La que es más fácil de querer es la joven fotógrafa, rebelde, libre, que se va sola a España, o a Gran Bretaña, que fotografía a la gente de los barrios marginales devastados por la crisis del 29 y que tiene nervio de monstruo, que también puede ir con sus amigos a fotografiar una mina de carbón en la cima de una montaña, la que no tiene miedo a nada, la que ya vive en los 30 como una mujer de los 90 o del siglo XXI. Además, está políticamente comprometida, toma las decisiones correctas. Está en contra del fascismo, es activista, le interesa el surrealismo, sueña con convertirse en la compañera de Picasso. Esta mujer es la que más me impresiona y casi la que me hubiera gustado ser. Después, la que más me toca es la que se recupera de la depresión. de hecho es la de 1950, la del cuaderno, la que acaba de vivir un dolor y una depresión enormes, que se aisla de sus amigos durante años porque no tiene fuerza. Y luego, en 1950 y 1951, comienza de nuevo, recupera el equilibrio. Muestra su pintura, tiene coraje y sabe que a sus espaldas se dice: «Es la mujer que llora… ¿Has visto cómo ha envejecido?», Dora Maar sabe que se habla a sus espaldas pero tiene la cabeza recta, se asume. Después caerá en la religión y se convertirá en una mujer más.
Dora Bruder de Modiano, ¿Sigue siendo una coincidencia? Antes de encontrar la agenda de Dora Maar, mi libro fundacional ya era Dora Bruder.
Leí mucho de adolescente. Mi primer gran recuerdo de lectura, así que tendría que volver a leer para ver si es tan bueno como era, es Siembra y cosecha de Henri Troyat.
Dora Bruder de Modiano. También me gusta mucho Duras.
Me avergüenzo de no haber leído a Marcel Proust. Recuerdo que lo empecé cuando estaba embarazada, me dije «esta es una oportunidad para leerlo», pero me quedaba dormida. Me da vergüenza, pero nunca logré leer a Proust.
Un libro de esta rentrée literaria que me gustó mucho y que, creo, pasó completamente desapercibido es Les vies de Jacob de Christophe Boltanski.
Sigo leyendo libros sobre Picasso a ver si se me ha escapado algo. Estoy leyendo el cuarto volumen de la biografía escrita por John Richardson, porque acabo de terminar un libro, que está en corrección, sobre Marie-Thérèse Walter.
Gregorio Samsa es un ...