Félix J. Palma
Cada árbol, piedra y brizna de hierba se mantenía intacta, fruncida al planeta con determinación. Si algún trípode había pasado por allí, aquel retal de naturaleza en mitad de Londres debía de haberle conmovido lo suficiente para respetarlo. Lo único que les hizo recordar que se hallaban en mitad de una invasión marciana fue un perro que se cruzó ante el carruaje cargando en las fauces con lo que parecía el brazo de alguien. Al menos, había quien estaba sacando provecho de todo aquello.
|