KASHTANKA de Anton Chéjov
El desconocido poseía una gran ventaja: daba mucho de comer y, además, había que reconocerlo, cuando Kashtanka, sentada junto a la mesa, le miraba suplicante, él no le pegaba, no le daba puntapiés, ni le gritaba
|
KASHTANKA de Anton Chéjov
El desconocido poseía una gran ventaja: daba mucho de comer y, además, había que reconocerlo, cuando Kashtanka, sentada junto a la mesa, le miraba suplicante, él no le pegaba, no le daba puntapiés, ni le gritaba
|